Con una crítica incisiva, estimado escritor,
reflejas la ironía y la hipocresía en tu dolor.
Alguien grita “no te preocupes, somos dioses”,
mientras otros rezan el Padre Nuestro con voces.
Se proclaman salvos, sin importar el atrevimiento,
olvidando que si existe un Dios, es el de todos, cierto.
En medio de la arrogancia y la falta de humildad,
se desvanece la esencia de la fe y la espiritualidad.
Es fácil perderse en la vanidad y en la pretensión,
creyendo que somos más de lo que en realidad somos, sin razón.
Nos olvidamos de que la divinidad está en cada ser,
y que debemos cultivarla con amor y compasión en nuestro ser.
No es en la arrogancia ni en la superioridad donde se encuentra Dios,
sino en la humildad y en la conexión con lo divino, en armonía y en pos.
No debemos olvidar que somos parte de un todo sagrado,
y que cada acto de amor y bondad es un reflejo de lo trascendental y amado.
Así que recordemos la importancia de la humildad y la unidad,
y no nos dejemos llevar por la ilusión de la divinidad en exclusividad.
Encontrémonos en la búsqueda de la verdad y la espiritualidad,
y encontremos en cada ser la chispa divina, en fraternidad y en igualdad.