Creía alcanzar la altura, bañarme en luz divina,
Mas usar el pecho como escudo torna el edén en ruina.
Cada latido es puñal que desgarra sin piedad,
Desgarrando el alma, aprisionando la libertad.
Quisiera arrancar este órgano que late sin cesar,
Pero es parte de mí, no puedo ya desterrar.
Desde la cima el paisaje es bello, sublime la visión,
Mas la pena que me consume ciega toda razón.
¿Cómo habitar la gloria, si el pecho arde de dolor?
¿Cómo alzar vuelo, si el alma llora sin consuelo?
Cuando el corazón se vuelve arma que lastima sin cesar,
Es imposible hallar la dicha, la grandeza no se alcanza.
Hasta la gloria más sublime se nubla y se empaña,
Cuando el dolor es la constante, la eterna y cruda hazaña.