Se sientan juntos, silencios gastados,
como dos almas que olvidaron verse,
la mesa fría, los días contados,
nada florece, nada estremece.
El tiempo corre, implacable y seco,
los gestos quedan solo por costumbre,
las palabras mueren en el hueco,
y la distancia crece por costumbre.
Rostros que miran sin encontrarse,
manos que tocan sin pertenencia,
viven por norma, sin alcanzarse,
prisioneros de la convivencia.
Así resisten, por miedo o por ley,
unidos, pero sin amor ferviente;
como dos sombras que nadie ve,
aguardan juntos, estoicamente.