Quemé mis miedos en la hoguera de los días,
los vi danzar en llamas, romperse en mil cenizas.
No fui ceniza, fui brasa encendida todavía,
viento que sopla fuerte y a su paso cicatriza.
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Las sombras de antaño me hablaron con desvelo,
quisieron retenerme en su abrazo conocido,
pero abrí los ojos y encontré en el cielo
un sol que me llamaba con su rayo encendido.
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Caí mil veces en el filo de la duda,
pero aprendí a levantarme sin temor.
La vida es un vaivén que todo muda,
y en cada tropiezo florece un nuevo ardor.
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Hoy camino erguida, sin cadenas ni lamentos,
con pasos que resuenan como un canto de victoria.
Soy llama que arde en contra del viento,
soy mi propia luz, soy mi propia historia.