Aleteo callado en mi pecho,
susurro de hojas y ramas,
ajeno al ruido maltrecho
que en la sala se derrama.
Prefiero el canto del aire,
el roce sutil de la aurora,
a la charla que nunca repare
en lo que el alma atesora.
Soy más del nido escondido,
del árbol que nadie ve,
que del verbo siempre encendido
que olvida lo que es.
——
Petirrojo
En la rama más alta del día,
una llama pequeña palpita,
su pecho de brasa encendida
contra el viento que nunca lo agita.
No busca refugio en bandadas,
ni canta por ser escuchado,
le basta la luz de la alborada
y el pulso del aire callado.
Ajeno al murmullo del suelo,
ajeno al sendero trillado,
se lanza al azul sin desvelo,
sin miedo a volar separado.