Soy el pulso que brota de la roca dormida,
un canto desgarrado que abraza la penumbra.
El viento en su suspiro pronuncia mi salida,
y el fuego que me habita es llama que no alumbra.
Soy río que desciende buscando su camino,
un grito que golpea las costillas del mundo.
Del cielo tomo el rayo, del bosque el destino,
mi paso es una herida que quiebra lo profundo.
He nacido del golpe que hiere la montaña,
del eco de los ríos que nunca se someten.
Soy el musgo que invade la piedra más extraña,
la sombra que en el tiempo los ciclos interpreta.
En mis ojos se esconde la furia de los mares,
la chispa de los astros, la savia de la vida.
Soy lumbre entre las hojas, relámpago en los lares,
la voz que no se apaga aunque todo se olvida.
La tierra es mi refugio, su sombra mi bandera,
en sus hondas raíces mi pecho se desborda.
De sus venas he escrito la lucha verdadera,
y en su piel he dejado mi estela que la aborda.
No soy solo memoria: soy tiempo que resiste,
la grieta en las cadenas, la flor sobre el acero.
Soy un árbol sin nombre que al cielo se desviste,
un trueno que persiste sin fin en el sendero.