En la cercanía de labios traviesos,
se enciende la llama de un beso inocente,
susurros que juegan con sueños confesos,
latidos que tiemblan en alma impaciente.
Aroma de frutas, sabor a cereza,
se funden en risas de dulce emoción,
descubren el roce con tímida empresa,
dejando en el aire sutil impresión.
Las manos errantes, con torpe osadía,
exploran senderos de piel sonrojada,
y entre los secretos que el viento escondía,
se esboza la huella de historia encantada.
Aquel primer beso, de fuego incipiente,
se anida en el alma con suave suspiro,
y aunque el tiempo vuele, cual río insistente,
persiste su eco como un dulce giro.