I
En la sombra del cuarto tu aliento se derrama,
y en el perfume dulce que abraza nuestra cama,
se siente que el silencio murmura tu presencia,
y el eco de tu piel se vuelve mi sentencia.
II
El tiempo, prisionero de un instante perdido,
me habla con su latido de lo que no he tenido.
Mas cierro entre mis manos la esencia de tu ser,
y en sueños te dibujo para volver a ver.
III
Tu almohada guarda huellas de un cuerpo que respira,
un rastro de tu aroma que al alma se le estira.
Y aunque tu voz no hable, tu ausencia es un fulgor
que tiembla entre la noche, quemándome de amor.
IV
Tan cerca estás, amado, que escucho tus latidos,
y en ellos te abandona, vencido y dividido.
Pues la razón me dice que no volverás más,
pero mi corazón no quiere oír jamás.