Hay un peso en el aire que no sé nombrar,
como si el tiempo anunciara su fin sin aviso,
una sombra que crece en el borde del mar,
un eco lejano de un destino impreciso.
Camino sin rumbo y el suelo es incierto,
cada paso parece el último intento,
y el viento murmura, desde lo abierto,
verdades que nunca comprendo del todo.
El futuro es un velo que nunca se alza,
una promesa que no se atreve a llegar,
y la espera es un río que siempre avanza
sin darme un puerto donde descansar.
Mis días son notas sueltas al viento,
fragmentos de un canto que nadie escucha,
y mi esperanza, un leve intento
de encontrar sentido donde no hay lucha.
Todo presagia algo que no puedo evitar,
como si el alma supiera lo que viene,
y en este presentimiento que no se va,
la certeza es solo aquello que duele.