Padre nuestro, que habitas en las aguas profundas,
que las olas canten siempre tu nombre en su espuma.
Venga a nosotros el viento que guíe nuestras velas,
y que tu voluntad se cumpla en la calma y en la tormenta.
Danos hoy el pan que el mar nos ofrece,
y el pez que llena nuestras redes de esperanza.
Perdona nuestras dudas en la niebla espesa,
así como nosotros perdonamos los días sin pesca.
No nos dejes naufragar en la marea del miedo,
y líbranos de los abismos sin fondo.
Porque tuyo es el océano, el horizonte y la brisa,
por siempre y para siempre, mar adentro.
Amén.