Aquí,
donde la pared guarda sus grietas como arrugas,
el polvo es un idioma olvidado
y los espejos son ventanas hacia atrás.
La mesa cruje su historia,
repite secretos al ritmo de las patas
que nunca caminaron,
y sin embargo,
vibran como si pudieran.
El aire tiene ecos de risas,
silencios que no se fueron,
un roce de alas de mosca
que parece susurrar
los nombres que nadie recuerda.
¿Es esta casa un cuerpo?
¿O soy yo, que al entrar,
me vuelvo su corazón
y dejo de latir
si la abandono?
Aquí,
las cosas respiran,
me miran
y preguntan con sus grietas,
sus sombras,
si mañana también las olvidaré.