En su canto, el alma entera
de su tierra florecía,
voz que ardía y que envolvía
con pasión pura y sincera.
Dominicana y valiente,
con su arte abrió caminos,
y en los versos más divinos
fue su esencia un faro ardiente.
Su palabra, fiel testigo
de la lucha y la esperanza,
nos dejó su voz que avanza
con el pueblo como abrigo.
Cada nota fue ternura,
fue denuncia y alegría,
con su canto nos decía
que la vida es una altura.
Hoy su nombre resplandece
en la historia de su gente,
porque Sonia fue y es fuente
de un amor que no perece.