Un día nuevo me espía,
desnudo de certezas,
con la mirada líquida
de quien pregunta:
¿serás lo que espero?
El aire corta como cuchillo,
pero su filo no hiere,
acaricia los contornos
de mis miedos secretos
y los lleva lejos,
donde ni el recuerdo se atreve.
El fulgor no grita,
es un pulso suave,
una mordida tenue
al silencio que gime
bajo la bóveda gris
del tiempo incierto.
La esperanza es un cuerpo extraño,
se anida en las costillas
como un ave cansada,
pesa, duele,
y sin embargo, vuela.
Se extiende,
y en su estela deja
una promesa muda:
que las cenizas arden
aunque el fuego esté ausente.