Nace el día como un lienzo abierto,
un susurro de luz que danza y abraza,
el rocío besa la tierra despierta
y el viento murmura secretos de casa.
En el horizonte, un fulgor perfecto,
dorado y puro, se alza con fe,
como un hilo de fuego en el pecho
que entibia lo árido y vuelve a creer.
Es la esperanza, un canto sutil,
un latir constante que nunca cesa,
un abrazo eterno, cálido, gentil,
que disipa sombras y cura tristeza.
Brilla en los ojos, en manos que crean,
en pasos que avanzan con fe infinita,
y en cada rincón donde sueños flaquean,
renace el fulgor con alma bendita.
Oh, esperanza, estrella sin nombre,
timón del náufrago, llama incansable,
tu fulgor perfecto en la vida se esconde
como un faro eterno, inquebrantable.