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ElidethAbreu

Oda a Rubén Darío

 
 
Rubén, maestro excelso, fulgor de la palabra,
lucero que ilumina la sombra de la piedra,
tu voz, de selvas vírgenes, campanas labra,
y entona la armonía que el universo medra.
 
De Nicaragüense cuna, del trópico lumbre,
al viento entregaste tus himnos inmortales;
forjaste de la lengua su fuego en la herrumbre,
y ungiste los suspiros de acentos celestiales.
 
El cisne, tu estandarte, cantor del ideal,
erguía su cuello en la paz de tus rimas;
tu verso era un templo sublime, universal,
que eleva lo terrestre a las cimas más primas.
 
El oro de tu pluma, cual rayo entre las selvas,
bordaba los misterios de un siglo en su tránsito;
tus métricas perfectas, oráculos de mielvas,
cantaron lo eterno en su efímero cántico.
 
Oh, príncipe del arte, del ritmo soberano,
tus pasos son relámpagos, tus sueños, epopeyas;
las musas te nombraron el hijo más arcano,
del verbo eres maestro, de estrellas y epopeyas.
 
Hoy vaga tu espíritu, cual sombra de los siglos,
en valles y montañas donde el eco pervive;
y aunque el tiempo devore su cúmulo de tilos,
tu nombre, inmortal, en el alma persiste.
 
Rubén, eterno faro, poeta de la vida,
en cada amanecer renace tu aureola;
tu lira no se apaga, su música no olvida,
y el cosmos se postra, el mundo te acrisola.

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