Cuando el sol, exhausto, desciende al abismo,
y el cielo se tiñe de suaves penumbras,
la noche se alza, serena y solemne,
portando su manto de estrellas eternas.
Oh noche, misterio de sombras divinas,
cobijas al alma en tu cálido seno;
tus alas de seda me envuelven de calma,
y hallo en tu abrazo el fin del tormento.
Lejos del mundo y su lucha feroz,
en tu reino callado descansa mi ser.
Eres promesa de mundos secretos,
refugio del espíritu que anhela ascender.
En la penumbra susurra la esencia,
el eco de un tiempo más puro y sagrado;
la luz interior despierta radiante,
en tu vasto templo de paz consagrado.
Oh noche, mi madre, mi guía, mi fe,
te entrego mis ansias, mi canto, mi ser.
En tus sombras profundas, eternas y bellas,
se funde mi alma, se eleva y despierta.