Oh Noche, madre de lo eterno,
velo sagrado que al día desvanece,
tu manto callado, oscuro y tierno,
en tu abrazo, todo dolor perece.
Estrella solitaria en lo alto fulgura,
guía de almas hacia el misterio,
en tu reino cesa toda atadura,
y la sombra es templo del gran imperio.
Luz oculta, canto de lo infinito,
en ti el espíritu halla su morada,
el cielo enciende su rostro bendito,
y el corazón es llama renovada.
Oh dulce reina, tus pasos susurran,
secretos del cosmos en suave alarde,
los sueños, semillas que en ti perduran,
se abren al alba en tierras de tarde.
Noche, oh Noche, eterna amiga,
en tu abismo danza la eternidad,
de tu silencio brota la vida,
y en tu sombra despierta la verdad.