Una noche,
una sola,
entre susurros de sombras y silencio,
te busqué.
El eco de tus pasos ya no estaba,
y el aire solo cargaba
el peso inmenso de tu ausencia.
Las estrellas,
miraban desde un cielo indiferente,
pues ellas no lloran,
no sienten,
solo arden en su inmensa soledad.
Y yo,
encerrado en el vacío de esta noche,
recordaba
los instantes en que tu voz era luz
y tus ojos, dos espejos
que sabían de mis secretos.
Hoy solo queda el eco
de una risa que nunca vuelve,
la sombra de un abrazo
que el tiempo borró.
Y el murmullo infinito del viento,
que parece repetir tu nombre
sin voz,
sin labios,
sin fin.
Una noche,
una sola,
quise encontrarte en la penumbra.
Pero solo hallé la sombra de mí mismo,
perdido entre los pliegues de esta noche,
que no termina.