En el prado, entre los álamos,
donde el viento susurra suave,
comprendo que el alma sabe
que sin vos, ya no hay veranos.
Las flores, en sus reclamos,
parecen llorar tu ausencia,
y en la distancia, la esencia
de tu amor se hace visible:
sin vos, todo es imposible,
la vida pierde su ciencia.
El arroyo, en su murmullo,
recuerda nuestros momentos,
y en cada uno de sus lentos
giros, siento tu arrullo.
El campo, en su verde orgullo,
no tiene el mismo color,
pues sin vos, falta el fulgor
que da sentido al paisaje:
en la distancia, el viaje
es un eco sin tu amor.
Los pastores, en su canto,
hablan de amor y de espera,
y en la tarde que se entera
de mi dolor, siento el llanto.
El sol, en su lento encanto,
despide la luz menguante,
y yo, en mi pena constante,
sólo hallo desconsuelo:
sin vos, todo es anhelo,
la vida es menos brillante.
Las estrellas en el cielo,
como faros de esperanza,
me recuerdan la pujanza
de tu amor en cada anhelo.
El campo, cual terciopelo,
no brilla igual sin tu risa,
y aunque el viento suaviza
el dolor de la distancia,
sin vos, no hay consonancia,
la vida ya no es precisa.
En la bruma del ocaso,
cuando el día se retira,
mi corazón te mira
en cada rincón, en cada paso.
El prado pierde su paso
sin el latir de tu voz,
y en la distancia feroz,
comprendo que sin tu esencia,
la vida pierde su ciencia,
no tiene sentido sin vos.