En tu juventud, las tentaciones acechaban,
seductoras sirenas en cada esquina.
Te asediaban con promesas dulces,
mientras tu voluntad se hacía ruina.
Pero el tiempo, sabio y silencioso,
va tallando arrugas en tu faz.
Y esas mismas tentaciones que te acosaban,
ahora te miran con desdén y se van.
No te inquietes por su partida,
ni llores su ausencia.
Pues con cada año que pasa,
ganas sabiduría y más fortaleza.
Las canas son tu escudo,
la experiencia, tu armadura.
Y aunque las tentaciones se alejen,
tu espíritu brilla con más altura.
Así que sonríe ante el espejo,
celebra cada arruga ganada.
Pues las tentaciones ya no te buscan,
y tú has librado una batalla callada.