No puedes ver el sol sin deslumbrarte,
ni tocar la llama sin sentir su ardor,
es la luz un filo que sabe cortarte,
y el calor un latido hecho de dolor.
Te envuelve el brillo, fugaz y eterno,
te ciega el oro que inunda el día,
es la verdad desnuda del invierno,
la que quema y cura con su agonía.
No puedes ver el sol sin descubrir
que lo bello hiere, que lo inmenso pesa,
que en su abrazo dulce puedes morir
y renacer bajo su promesa.
Es un astro, es un grito, es un destino,
es un eco que viaja dentro de ti,
y aunque cierre tus ojos el camino,
sigues buscándolo hasta el fin.