Se alza el aire, leve susurro,
como un canto que nadie escucha.
La tarde cae, sus hilos de oro
tejen silencio en la hora justa.
El mar, un pecho que no respira,
tiembla en reflejos de luz dormida,
y el horizonte guarda secretos
que sólo el alma encuentra en vida.
Hay en las sombras de los cipreses
la huella oculta de un pensamiento,
un eco suave que se deshace
como caricia en el recuerdo.
Y en este instante, el mundo calla,
donde se cruzan el hoy y el nunca,
una palabra se queda sola:
amor, suspiro que no se busca.