Niño y Luna
El niño la miraba, tan blanca y callada,
con los ojos de asombro de quien sueña y espera.
La luna, en su silencio, como perla apagada,
se colgaba del cielo, tímida compañera.
Sus manos, extendidas, buscaban su reflejo,
y en la sombra nocturna danzaba su fulgor.
El niño preguntaba, con un susurro lejos,
si guardaba la luna secretos de su amor.
“¿Por qué brillas tan alto, tan sola en tu lugar?
¿Acaso allá en el cielo no hay juegos ni canciones?”
La luna no respondía, pero en su parpadear,
parecía contarle viejas constelaciones.
Y el niño, ya cansado, se durmió en la ventana,
mientras la luna errante lo velaba al pasar.
Un pacto silencioso: dos almas en la calma,
un niño que soñaba y un astro que alumbra el mar.
