Ningún padre debería vivir más que su hijo
En la trama rota del tiempo incierto,
el eco de un nombre que el viento calló,
y en el vacío que pesa en el pecho,
habita un dolor que no entiende de razón.
¿Cómo decirle al alma que siga,
cuando el sol mismo se niega a salir?
La luz de unos ojos que fueron mi vida
se apagó temprano, dejándome aquí.
Ningún padre debería enfrentarse
a enterrar los sueños de su propia sangre,
es contra la naturaleza, contra la vida,
una herida que sangra, infinita y herida.
Los días se vuelven sombras perpetuas,
las noches murmuran su risa fugaz,
y aunque el tiempo avanza, no cura el silencio,
porque el amor que tuve no puede cesar.
Te busco en las estrellas, en los jardines,
en cada rincón que tu risa tocó,
y en el vacío inmenso de este destino,
te sigo llamando, aunque el eco se rompió.
Si pudiera, cambiaría lugares,
daría todo por tu respirar,
pero la vida, cruel e incierta,
me condena a recordarte y llorar.
Ningún padre debería vivir más que su hijo,
es un pacto roto con la eternidad,
un grito que ahoga, un mar sin olvido,
un amor que no muere, aunque no estás.
