El verbo naufraga en mares desbordados,
un eco roto que el abismo atrapa,
la voz se quiebra como frágil capa,
y el mundo calla en sueños desgajados.
De tinta y viento nacen los pecados,
la lengua arde y su secreto escapa,
mas en el fondo, donde nada tapa,
la palabra florece en mil costados.
¿Quién salva al verbo del cruel precipicio,
de las olas que borran su estandarte,
y de un silencio que devora el grito?
El tiempo, el fuego, el hombre, su artificio,
todos temen su poder, su baluarte,
y aún su naufragio nunca está maldito.