Mon pauvre ami, te veo en la sombra,
con la mirada herida por el viento,
como un suspiro roto que se nombra.
Tu voz es solo un eco en el intento
de recobrar el alma que perdiste,
flotando entre las dudas y el tormento.
Las noches te acompañan, y resiste
tu paso vacilante en la vereda,
donde el ayer, callado, aún persiste.
Y buscas en el aire alguna estrella,
un faro que te guíe en la deriva,
pero la luz es trémula y tan bella.
Mon pauvre ami, la vida aún te llama,
no dejes que el dolor al fin te venza,
despierta con el alba en nueva llama.