Ya no tengo lágrimas, son océanos de dolor,
Cascadas de angustia que inundan mi ser,
Torrentes de desesperación que me hacen temblar,
Aguijones que perforan mi corazón con cruel poder.
Ya no son lágrimas, son gemidos de agonía,
Susurros de un alma rota, desesperada,
Voces silenciosas que gritan mi sufrimiento,
Canciones tristes que entonan mi desdicha sellada.
Ya no son lágrimas, son ríos de amargura,
Aguas amargas que ahogan mi esperanza,
Flujos incesantes que arrastran mi alegría,
Dejando solo un vacío que me consume y me alcanza.
Ya no son lágrimas, son gotas de veneno,
Que corroen mi espíritu, lo desgarran y destruyen,
Cada gota un recordatorio de mi fracaso,
Un tormento que me consume y me destituye.
Ya no son lágrimas, son un mar de tristeza,
Un abismo sin fondo donde me pierdo y muero,
Un lugar donde la luz se apaga para siempre,
Y la oscuridad me envuelve con su manto austero.
Mis lágrimas ya no son lágrimas, son mi alma sangrando,
Un tormento sin fin que me está matando.