Mi madre era una tromba,
furia de cielo y de tierra,
un estruendo que retumba
y la calma que se encierra.
Era viento desatado,
huracán de mil pasiones,
un relámpago callado
que encendía corazones.
Con su fuerza levantaba
lo que el mundo derribaba,
y en su pecho se guardaba
la tormenta que ocultaba.
Era lluvia y era fuego,
era vida en ebullición,
un torrente sin sosiego
que arrasaba el corazón.
Pero en su furia vivía
una caricia escondida,
y en la tormenta surgía
la raíz de tanta vida.
Mi madre era una tromba,
indomable, incandescente,
y en su mirada alumbraba
un amor siempre creciente.