Perseguí mil quimeras imposibles,
dos palabras guiaron mi camino:
ambición que cegaba mi destino,
y el afán de alcanzar lo inasibles.
Dejé de soñar; los días inflexibles
me hicieron olvidar lo más divino.
En mi insomnio sin fin y sin respiro,
fui sombra en trajes grises, invisibles.
Bajo el peso de un alma desolada,
esperaba la noche, fría y muda,
ajeno a su fulgor, solo en mi nada.
Mas en tus brazos, donde todo anida,
vi luciérnagas danzando iluminadas,
y hallé por fin la luz que da la vida.