Aquel lirio suave y delicado,
junto al espinoso cardo vive y crece.
Aunque distintos en su ser y trato,
en la tierra comparten su existencia,
cada cual con su esencia.
El lirio, símbolo de pureza y gracia,
sus pétalos blancos, aroma que embelesa.
El cardo, espinoso y resistente,
guarda su corazón tierno y persistente.
Juntos forman un cuadro armonioso,
donde la belleza y la fuerza se conjugan.
El lirio, con su fragilidad graciosa,
suaviza la aspereza del cardo punzante.
Y el cardo, con su coraza defensiva,
protege al lirio de la crueldad del mundo.
Así, en este tapiz de la vida,
lo delicado y lo tosco conviven en paz.
Recordando que incluso en las diferencias,
puede haber unidad y coexistencia.
Y que en el contraste, a veces se encuentra,
la armonía que el alma anhela.