Leo Dan
En verdes valles donde el río danza,
resuena un canto de amor y esperanza.
Entre los sauces murmura el destino,
las notas dulces del cantor divino.
Leo Dan, pastor de voces eternas,
en tu guitarra laten las cavernas
del corazón que suspira y anhela,
como la brisa que besa la estela.
Tú cantas: “Esa pared que nos separa,”
y el eco vibra en la montaña clara.
Hablan de amores perdidos, soñados,
de tiempos tiernos y nunca olvidados.
En cada flor hay un susurro tierno,
en cada noche, un fulgor eterno.
Tu voz, que al viento lleva alegría,
abraza el alma con melancolía.
Oh, Leo, trovador del alma pura,
tus melodías sanan la amargura.
Bajo la luna, tu canto es abrigo,
y en el silencio, estamos contigo.
