Las mujeres y el lazo invisible
Dicen que el cerebro nos juega una trampa,
que hilvana cadenas donde hubo esperanza.
Que nos ata al eco de un amor incierto,
aunque duela el alma, aunque queme el cuerpo.
Nos enseñaron a amar con entrega,
a encontrar belleza en lo que nos quiebra.
A creer que el cariño se gana en la espera,
que quien hiere un día, al siguiente, se enmienda.
Pero el corazón no es campo de guerra,
ni el amor se mide con pena y con tregua.
No es destino quedarse en la herida,
ni es amor si nos cuesta la vida.
Tal vez sea el cerebro, tal vez sea el mito,
pero hay que romper el lazo maldito.
Porque amor es luz, es risa, es calma,
y nunca, jamás, prisión del alma.
