En la cumbre callada de la noche errabunda,
donde el deseo tiembla como un lirio sangriento,
mi alma es un incendio de pasión moribunda,
una estrella que arde y se quiebra en el viento.
¡Oh, ansia carmesí de bocas nunca halladas!
¡Oh, sombra de un amor que no tuvo sendero!
Mis manos son dos llamas, mis besos, dos espadas,
y mi pecho, un abismo de perfume y acero.
Yo amo con un delirio que rompe las cadenas,
con un ardor de lumbre que devora y desgarra;
mas siempre, en el delirio, regresan las arenas
de un tiempo que en mis venas su eternidad agarra.
Dulce espina del sueño, veneno de la espera,
mi piel es un latido que en sombras se sofoca...
¡Oh, beso que no llega! ¡Oh, boca que no muera!
¡Oh, vida que en mis labios estalla y se evapora!