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Ariadne, by John William Waterhouse
Elideth Abreu

Las duchas son ideales para llorar

 
 
Cuando el alma se quiebra con sombras de aflicción,
en las aguas me pierdo, desnudo el corazón.
El murmullo constante del líquido cristal
es un cántico antiguo de un consuelo inmortal.
 
Las gotas, como perlas, resbalan en mi piel,
testigos silenciosos del llanto que es mi hiel.
Y en hilos de rocío, mi pena se desliza,
como río que busca la mar de la ceniza.
 
Es un templo de lágrimas, mi triste confesión,
donde el agua y el llanto se funden en canción.
La tibieza me abraza con manos sin reproche,
susurrando en la bruma la voz de un viento anoche.
 
Oh, linfa que bautiza mis penas sin rencor,
tú lavas lo invisible: la sombra del dolor.
Y al cesar la cascada, mi rostro aún empapa
la estela de las lágrimas que el agua no atrapa.

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