Expulsados del Edén
Fuimos expulsados del Edén,
Desterrados al páramo del pecado.
Nuestras manos manchadas de culpa,
Nuestros pies sobre el camino errado.
Ya no oímos los susurros divinos,
Ni vemos la luz del Creador.
Sólo sombras, tinieblas y olvido,
Mientras la furia del mundo nos aterra.
Hemos perdido el soplo de la vida,
La gracia de caminar en armonía.
Ahora somos ecos de lo que fuimos,
Míseros espectros de lo que solía ser.
Ya no hay frutos, ni flores, ni fuentes,
Sólo la desolación de un mundo marchito.
Las bestias nos acechan, hambrientas,
Y la muerte nos ronda con su gélido grito.
Erramos sin rumbo, sin norte, sin guía,
Buscando en vano el paraíso perdido.
Mas la senda se pierde en la penumbra sombría,
Y el Edén se esfuma en el polvo del olvido.
¿Acaso alguna vez lo conocimos?
¿O era sólo un sueño, una ilusión?
Ahora somos huéspedes de este infierno,
Condenados a la eterna expiación.
