La Voz Perdida
Escribo no para que me leas,
sino para que el eco de mi voz,
aunque silente,
acaricie el rincón olvidado donde habita tu memoria.
Te he buscado en el tiempo,
en las grietas que dejó el instante en que partiste,
y en las palabras que no supimos pronunciar.
No eran promesas lo que nos ataba,
sino el miedo tácito
a saber que toda plenitud
está destinada al naufragio.
Hoy, mi soledad no es un vacío,
sino un espejo donde reverbera lo que fuimos.
Cada rincón de esta casa se torna testigo
de las risas ya deshechas,
del calor que ahora es ceniza.
Pero ¿quién puede culpar al invierno
por deshojar las flores?
Quise entenderte,
quisiera ahora entenderme a mí mismo,
pero ¿cómo hallar sentido en el laberinto de los recuerdos,
si cada esquina me devuelve tu sombra,
y cada salida parece una trampa
que me condena a volver?
No te escribo para que respondas.
Sé que tu silencio
es el único lenguaje que ahora compartimos.
Solo espero que, donde estés,
el viento te traiga estas palabras,
tan débiles como yo,
pero tan infinitas como lo que fuimos.
