La mujer y su cántaro
Allí está ella, la mujer con su cántaro,
Caminando con pasos cansados y lentos,
Bajo el peso de la carga que arrastra,
Doblegada por la dura realidad del momento.
Sus ojos apagados, miran al frente con tedio,
Ya no reflejan la ilusión de antaño,
Su sonrisa se ha perdido, consumida por el desgaste,
Mientras el día a día la va consumiendo sin daño.
Sus manos, callosas y agrietadas por el trabajo,
Aferran con fuerza el asa del cántaro,
Que parece pesar más que sus sueños rotos,
Que quedan atrás, hoy inalcanzables y amargos.
Camina encorvada, cual si llevara el mundo a cuestas,
Reflejando en su rostro el peso de las penas,
Que la vida le ha impuesto, día tras día,
Sin permitirle alzar la vista hacia la luz serena.
Es la mujer anónima, la de la alcuza,
Que transita por las calles, invisible al mundo,
Cargando con su cruz, sin que nadie la ayude,
Sumida en un silencio, triste y profundo.
