En el jardín de la vida,
florecen risas y abrazos,
la muerte no es despedida,
sino un viaje entre lazos.
Cada día es un regalo,
un instante por celebrar,
y aunque el tiempo haga su halo,
el amor siempre brillará.
Las memorias son estrellas,
que iluminan nuestro andar,
y en las noches más bellas,
su luz nos vuelve a guiar.
La vida es danza y canto,
un ciclo que se renueva,
en cada paso un encanto,
la esperanza siempre eleva.
Así, en cada despedida,
hay un eco de alegría,
pues la vida es la medida
de lo que siempre sería.
En el abrazo final,
sólo un susurro quedará,
la vida es un festival,
y la muerte, un nuevo hogar.