Somos girasoles, tierra y cielo,
raíces firmes, cabezas erguidas,
volviendo al sol, persiguiendo su anhelo,
pese al vaivén de las horas perdidas.
Cuando amanece, brota el terciopelo
de los dorados sueños que nos cuidas;
hombres y mujeres, giramos sin duelo,
luz en el alma y sombras vencidas.
En campos vastos crecemos unidos,
siguiendo el ritmo que el viento propone,
florece el oro en paisajes sentidos,
y en cada rayo la verdad se impone.
Aunque la noche nos haga vencidos,
siempre esperamos al sol que perdone;
la luz renace, y con pasos medidos,
somos raíces que el calor compone.