El tiempo pasa y deja su lamento,
sus huellas son de sombras y desvelo,
mas siempre queda, firme, contra el viento,
el nombre que elevó su afán al cielo.
No es vano aquel que siembra el fundamento
de un sueño inmortal, libre y sin duelo,
pues más allá del fin y el desaliento
renace su verdad, fulgor y anhelo.
Y la pluma traza su camino,
dejando en cada letra un hondo rastro,
como un lucero altivo y sin destino.
Y aunque la vida pase en vuelo vasto,
su voz no muere, sigue su destino,
vibrando eterna en mármol y en alabastro.