Mi amor se guarda en rincones callados,
tejido con hilos de sueños lejanos.
Lejos de todo,
pero tan cerca en el alma,
se alimenta de susurros
que el tiempo no apaga.
En el silencio,
el latir de la espera
resuena constante,
como un río que fluye
hacia lo eterno.
No hay prisa,
no hay final en el deseo;
sólo esta llama,
que arde suave,
que nunca se extingue,
siempre,
esperando.