Escribir el poema
y ocultar la mano,
dejar la tinta huérfana
sobre el papel vacío,
como quien lanza un grito
y huye antes del eco.
Escribir el poema
sin nombre ni dueño,
soltar palabras
como pájaros ciegos
que buscan un cielo
en las páginas del mundo.
Escribir el poema
y dejar que otros lo encuentren,
que lo lean como si fuera suyo,
como un espejo que miente
o una verdad sin rostro.
Escribir el poema
y callar después,
como quien planta una semilla
y nunca regresa a ver
si creció.
Escribir el poema
y ocultar la mano,
porque no hay mayor libertad
que perderse en el silencio.