Eres mi luz dorada, mi alba amanecida,
mi dulce primavera, mi flor esclarecida.
La luna se sonroja cuando tu voz la nombra,
y el viento se arrodilla rendido ante tu sombra.
Eres la llama viva que inflama mi delirio,
el eco de un suspiro tallado en un lirio.
Mis días son luceros que en tus ojos despiertan,
mis noches son jardines donde tus labios vierten.
Tus manos son de brisa, caricia sigilosa,
deshojan mis angustias cual pétalo de rosa.
Tus besos son campanas que en mi pecho resuenan,
orquestas celestiales que el alma me veneran.
Si el tiempo nos dejara vagar en su corriente,
remando en su ternura como un amante ausente,
yo hallaría en tus brazos la eternidad secreta,
el pulso de la vida, la llama más completa.
Amor, mi Valentín, eternidad bendita,
en ti mi ser se enreda, en ti mi ser palpita.
No hay sombra que me hiera, ni ausencia que me azote,
pues eres mi universo, mi júbilo, mi norte.