Era un apacible día
Era un apacible día
y templada la brisa;
las hojas susurraban,
el cielo azul dormía.
Todo en calma, sin prisa,
como un sueño sin peso,
y entre flores y cantos
la tierra parecía un beso.
El río iba despacio,
reflejando su espejismo,
como si no quisiera
llegar nunca a su abismo.
Los pájaros en vuelo
cruzaban la mañana,
dibujando en el aire
la estela de una trama.
Y tú, mi dulce madre,
con tu amor inagotable,
eras la flor más pura
en ese día apacible.
Tus manos, tan calladas,
como un rezo en la brisa,
me daban la certeza
de que el mundo no termina.
Era un apacible día,
y más apacible aún,
el refugio de tu pecho
y la paz de tu canción.
Ahora que miro lejos,
en los días de tormenta,
vuelvo a ese tiempo claro
que tu amor siempre sustenta.
Era un apacible día,
pero aún más apacible,
era el latir constante
de tu amor invencible.
