En la calma que se aferra
a la sombra del ocaso,
hay un eco que se asienta
en los pliegues del fracaso.
Las horas se deslizan lentas,
como ríos en la arena,
y en cada instante que se ausenta,
se revela la condena.
Los sueños, como hojas muertas,
se dispersan en el viento,
y en la memoria desierta,
guardamos lo que no entiendo.
Sin embargo, entre las dudas,
una luz tenue se asoma,
la permanencia de las cosas,
en el alma que se asoma.
Y en el silencio eterno,
las palabras se hacen piel,
y en la búsqueda del invierno,
hallamos el calor de un querer.