Piel de brisa,
voz de estrella,
dulce eco de su risa
que despierta la alborada,
y en la bruma
de centella,
se ilumina y se desliza
como un sueño en la mirada.
Ojos claros,
luz dorada,
brillan como mar en calma,
y en su brillo me abandono.
Son amparos,
son morada,
donde el alma, en su retama,
se adormece sin encono.
Manos suaves,
manantiales,
que en su roce van pintando
caminos de puro fuego.
Son las claves,
los umbrales
que me llevan, susurrando,
al refugio de su apego.
Luz de beso,
seda alada,
brisa tibia que me embriaga,
como pétalo en el viento.
Y confieso,
en la nada,
que su amor siempre me embalsa
en su etéreo firmamento.