No es hacia abismos lejanos,
ni a estrellas que tiemblan remotas,
donde el misterio aguarda.
Es un sendero íntimo,
oculto tras la piel,
un eco que llama desde adentro.
Allí no hay mapas,
solo el coraje de mirar
el silencio que habita.
Es un viaje sin brújulas,
donde el tesoro
es encontrarse desnudo
ante la verdad que eres.
Al fondo,
donde el alma conversa consigo misma,
comienza la eternidad.