El cante nace donde el alma llora,
llora la pena que no tiene olvido,
olvido que se vuelve un quejido,
quejido que en el viento se evapora.
La guitarra en la noche implora,
implora al silencio contenido,
contenido que jamás ha sido,
ha sido sombra que se enamora.
El cante suena como un lamento,
lamento que la voz desgarra lento,
lento como el tiempo que no aguanta.
Y en cada eco que al final se espanta,
espanta la verdad de cada aliento:
aliento que en mi canto se levanta.