En el jardín de la ilusión,
donde los sueños florecían,
sembraste promesas como semillas,
que con cariño yo regaba.
Mas el tiempo, cual viento cruel,
se llevó las palabras al olvido,
dejando solo el eco de un pasado,
que ahora se vuelve un grito de dolor.
Las promesas, como hojas secas,
caen al suelo, desprovistas de vida,
llevándose consigo la esperanza,
que en mi corazón había prendido.
El jardín ahora es un páramo,
donde el silencio reina soberano,
y las promesas rotas son fantasmas,
que me atormentan el alma en vano.
Cuando se desprometen las promesas,
el corazón se rompe en mil pedazos,
dejando un vacío insondable,
que ni el tiempo puede sanar.