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Elideth Abreu

El alma de los olivares

 
 
El llanto de los olivos son lágrimas de la tierra,
entre guitarras y coplas canta el Gitano su pena,
la Alhambra de los sultanes duerme en Granada la bella,
y en su piedra centenaria la historia sigue despierta.
 
Ahora que suenan rezos hay aromas de azahares,
levantan blanca Mezquita sobre los viejos pilares,
y en los arcos de sus muros, versos fluyen como mares,
la voz mora y la cristiana rezan con ecos iguales.
 
La belleza de los patios florece en las morerías,
bajo el agua que susurra la nostalgia de otros días,
con el jazmín perfumado y el clavel que desafía,
se enredan en sus balcones sueños de melancolía.
 
Es la gracia del Gitano que entona su Seguirilla,
con un lamento de bronce que a la luna desafía,
las Gitanas en la plaza dibujan con luz su danza,
mientras la sombra en la hoguera deja cenizas de alma.
 
Está la juncia mirando a la adelfa que suspira,
y el lamento de su queja entre fandangos se estira,
cuando la luna se esconde tras la nube que la abriga,
el fuego del Gitaneo aún arde en su alegría.
 
Algo de comer Gitano, aunque la mesa esté fría,
con un trago de esperanza se engaña la vida impía,
y así sueña el Cale errante con la suerte que vendría,
porque el alma del que canta nunca la doblega el día.

Piaciuto o affrontato da...
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